La psicología de la salud es la aplicación de la psicología a la salud, a los problemas y cuidado de la salud para la promoción, mantenimiento y restauración de la misma. (Marks, D).
El criterio para demandar ayuda psicológica surge en el individuo cuando considera que su estado emocional podría ser mejor del que es. Algunas señales de estar padeciendo un trastorno emocional son:
– Alteraciones del sueño
– Alteraciones del apetito
– Disminución del deseo sexual
– Sensación de estar desbordado
– Intranquilidad, desasosiego, preocupación excesiva
– Dificultad para gestionar las emociones
– Menor rendimiento profesional
– Cansancio y pérdida de interés
– Cambio y/o conflictos en las relaciones interpersonales
También se puede requerir ayuda psicológica cuando pese a no tener ningún problema la persona considera que puede mejorar sus habilidades psicológicas, y aumentar así su rendimiento y bienestar en diferentes ámbitos de la vida.
Es una forma de intervención psicológica estructurada donde paciente y terapeuta trabajan en colaboración definiendo conjuntamente los objetivos de tratamiento. Se dirige a prevenir, reducir o eliminar comportamientos y síntomas inadecuados, y enseñar o potenciar comportamientos adecuados.
La psicología cognitivo conductual se centra en el estado actual. Asume que los problemas o trastornos psicológicos se caracterizan y se deben a pensamientos y/o conductas disfuncionales que no resultan adaptativas pero que se pueden modificar.
Las técnicas cognitivo conductuales permiten identificar y cambiar esos pensamientos y conductas inadecuadas de manera que la persona mejora su bienestar.
Se ha demostrado que la terapia cognitivo conductual es eficaz en muchos trastornos mentales (ansiedad, depresión, trastornos de la alimentación, adicciones…), en problemas de salud donde es importante el factor psicológico (por ejemplo en el dolor) y también en la adaptación a enfermedades como por ejemplo el cáncer. Además de ser eficaz, los estudios muestran que la mejoría se mantiene a lo largo del tiempo.
La primera sesión es de evaluación, donde se recoge la información necesaria para determinar el problema y los factores que contribuyen en su origen y mantenimiento. Posteriormente se informa al interesado sobre las conclusiones de la evaluación respecto a su problema y se establece el tratamiento a seguir. A partir de aquí el terapeuta guía al interesado en el aprendizaje de habilidades y estrategias de afrontamiento.
Cada sesión dura alrededor de una hora.
En cuanto a la frecuencia, en general se aconseja que al principio las sesiones sean semanales para luego ir espaciándolas en el tiempo conforme se adquiere mejoría. En función de las características y preferencias de la persona se adaptarán estas recomendaciones a cada caso particular.
A priori es difícil poder concretar cuánto tiempo de tratamiento se necesita para solucionar un determinado problema. Factores como el tipo de problema, la frecuencia de las sesiones o la motivación e implicación del paciente para resolverlo van a influir en que el tratamiento sea más o menos largo. Las terapias cognitivo conductuales no son de larga duración puesto que se basan en la resolución de objetivos concretos. Como dato orientativo decir que puede durar de 8-35 horas, y de 2 a 8 meses si las sesiones se realizan una vez por semana.
Cuando hablamos de personalidad nos referimos a características relativamente estables del temperamento y carácter que junto con otros aspectos físicos e intelectuales determinan nuestra manera de pensar, sentirnos y relacionarnos tanto con los otros como con nosotros mismos.
En ocasiones, algunos de estos rasgos de personalidad pueden ocasionarnos malestar, dificultarnos las relaciones con los demás o hacernos sentir desadaptados. En ese caso es conveniente la ayuda psicológica para modificar esos rasgos que nos resultan desadaptativos aunque no exista una patología emocional.
Los síntomas principales de la depresión son la tristeza y pérdida de interés, pero también puede haber síntomas cognitivos como pensamientos negativos, dificultad para pensar con claridad, memorizar, concentrarse o tomar decisiones, entre otros. Cada persona mostrará unos u otros síntomas sin ser necesario que aparezcan todos.
La infertilidad tiene un impacto emocional en los individuos, genera sufrimiento y puede afectar a áreas importantes de la vida como la pareja, la familia, las relaciones sociales y el trabajo. Cada persona y pareja responde de forma diferente a esta situación, dependiendo de factores como su personalidad, las estrategias de afrontamiento que posean, su situación particular o el tipo de tratamiento.
Las personas acuden a terapia de pareja con diferentes objetivos, como son potenciar aspectos de la relación, superar una crisis de pareja, decidir si la relación puede salvarse y facilitar una separación ya decidida.
Por disfunción sexual entendemos la alteración de la respuesta sexual con la consecuente insatisfacción en el individuo. Esta alteración puede ocasionar problemas de pareja, de relación y de autoestima. Una vez descartada la causa física, hormonal y uso de sustancias tóxicas o farmacológicas, el abordaje psicológico permite tratar los determinantes psicológicos que originan la disfunción. Deseo sexual inhibido, aversión al sexo, disfunción eréctil, trastorno de la excitación, trastornos orgásmicos y trastornos por dolor (vaginismo y dispareunia) son alteraciones de la respuesta sexual que pueden tener una causa psicológica.
La conducta alimentaria normal y sus alteraciones se entienden considerando conjuntamente el nivel neurobiológico, el psicológico y el relacional.
Cuando se repite de forma imperiosa una determinada conducta a pesar de conocer las consecuencias negativas a nivel físico, psíquico, material o relacional que producen, hablamos de conductas adictivas.