En nuestra consulta nos encargamos de la evaluación y el abordaje psicológico de los problemas relacionados con la alimentación desde una orientación cognitivo-conductual.
Son trastornos psicológicos que se caracterizan por conductas de alimentación anómalas tanto por exceso como por defecto de ingesta. Su base y fundamento se halla en la alteración psicológica.
Cada trastorno de alimentación presenta unos síntomas determinados pero en términos generales dichos problemas comparten una serie de cogniciones, comportamientos y emociones que guardan relación.
La anorexia y la bulimia nerviosa tienen en común la sobrevaloración y preocupación excesiva por la imagen corporal y el peso, debido a la elevada influencia que éstos tienen en la autoevaluación. Esto les lleva a un miedo intenso a ganar peso. Presentan insatisfacción con su físico y alteración de la imagen corporal, sobreestimando el tamaño de su cuerpo y creyéndose con más gordura de la que realmente tienen.
El aspecto nuclear de los problemas de alimentación está en los pensamientos distorsionados relacionados con el miedo a engordar, el peso, la imagen corporal y la autoestima (creen que no se les aprecia debido a su físico, minimizan aspectos atractivos de su cuerpo, interpretan la conducta de los demás en función de algún fallo en su apariencia, se sienten inferiores a personas más atractivas, etc.).
Estos pensamientos alterados provocan alteraciones emocionales como sentimientos depresivos, ansiedad, insatisfacción, culpa y baja autoestima. Producto de esas interpretaciones distorsionadas y para evitar estos sentimientos negativos se llevan a cabo comportamientos compensatorios por intentar controlar el peso (restricción alimentaria, abuso de laxantes, exceso de ejercicio físico, vómitos, pesarse mucho, etc.) y también conductas de evitación dirigidas a ocultar su cuerpo (usar ropa holgada, no mirarse al espejo, o no asistir a reuniones donde se cree que pueden criticar su físico). Estos comportamientos refuerzan unos pensamientos cada vez más desequilibrados y llevan a una peor autovaloración y autoestima.
Las personas con trastornos de la alimentación padecen consecuencias físicas, psicológicas y sociales, y si no se tratan, la malnutrición y el bajo peso pueden poner en peligro la vida.
Entre los problemas físicos encontramos bajo peso o estancamiento en un peso por debajo del que sería saludable, malnutrición, alteraciones metabólicas, fragilidad ósea, menstruaciones irregulares o ausencia de ellas, riesgo de infertilidad, caída de cabello,uñas quebradizas, dedos azules, aparición de vello, tensión arterial baja, arritmia, debilidad, mareos,dolor muscular, fatiga, irritación crónica de la garganta, pérdida de los dientes debido a la repetida provocación del vómito e inflamación de las glándulas salivares, entre otros.
Entre las consecuencias psicológicas podemos encontrar problemas de ansiedad, depresión, ideas obsesivas, comportamientos compulsivos, bajo rendimiento intelectual, fatiga o baja autoestima.
A nivel social y laboral puede derivar en absentismo escolar o laboral, aislamiento de los amigos, conflictos familiares y dependencia o sobreprotección de allegados.
Los trastornos de la alimentación han aumentado notablemente en las últimas décadas en la sociedad occidental donde predominan modelos de belleza basados en la delgadez y asociados a la idea de éxito social, familiar y profesional. Son más frecuentes en mujeres, pero pueden darse también en varones.
Aunque pueden manifestarse a cualquier edad, es en la adolescencia cuando aparecen con mayor frecuencia debido a que éste es un momento crítico en el desarrollo de la propia identidad caracterizado por un fuerte deseo de integración y miedo al rechazo.
Con frecuencia coexisten con otras enfermedades como la depresión, el abuso de sustancias, los trastornos de personalidad o los trastornos de ansiedad.
Los problemas de la alimentación son la consecuencia de una compleja combinación de factores genéticos, biológicos, psicológicos y sociales.
Existen unos factores de riesgo que predisponen a la aparición de problemas de alimentación. Entre los aspectos personales encontramos la insatisfacción personal, el perfeccionismo, la impulsividad, la baja autoestima, la inestabilidad emocional o el afecto negativo. Dentro de los factores de riesgo psicosociales cabría destacar la presión social por la delgadez como símbolo de éxito o el clima familiar (sobreprotector, tenso, poco afectuoso, con altas expectativas, con preocupación excesiva por el peso o las dietas, etc.). La interacción de estos factores con factores de vulnerabilidad genética y/o biológica como el sobrepeso puede llevar al desarrollo del trastorno.
Además, el pasar por determinadas situaciones estresantes como exámenes, problemas sentimentales, acoso escolar, determinados deportes, pérdida de algún miembro de la familia, divorcio de los padres, dificultades de adaptación, críticas sobre el cuerpo, cambios corporales o haber sufrido algún tipo de abuso pueden precipitar la aparición del trastorno.
Una vez que el trastorno se ha producido son algunas de sus propias consecuencias las que lo mantienen, por ejemplo las consecuencias de la desnutrición, los pensamientos distorsionados, el bajo estado de ánimo, la sensación de logro y control, el aislamiento social o las conductas purgativas, que lo refuerzan y empeoran. También el comportamiento de familiares y amigos puede mantener y agravar el problema.
El tratamiento para los trastornos de la alimentación debe adaptarse a cada problema y a las necesidades individuales de cada persona. Los principales objetivos son conseguir un estado de salud satisfactorio y alcanzar el bienestar psicológico, por lo que en casos graves podrá requerirse hospitalización.
Desde un abordaje psicológico, en nuestra consulta el primer objetivo es establecer una relación terapéutica de confianza donde la persona pueda expresar sus temores y preocupaciones sin sentirse juzgada o presionada.
La intervención en los problemas de alimentación se lleva a cabo mediante terapia cognitivo conductual, la cual ha mostrado ser eficaz en estos problemas. Esta terapia se basa en modificar los pensamientos alterados relacionados con la comida, el peso y la dieta, sustituyéndolos por otros que favorecen patrones de ingesta, de conducta y emociones más favorables. También se aplican técnicas conductuales que ayudan a tener unos hábitos de alimentación adecuados, a la consecución de un peso adecuado, a la mejora de la percepción del propio cuerpo, a la reducción de conductas purgativas o restrictivas y a la mejora de las relaciones familiares y sociales.
Además, según los casos, se intervendrá en los problemas asociados que pudieran coexistir como la sintomatología depresiva, problemas de ansiedad, baja autoestima, falta de control de impulsos, perfeccionismo o trastornos de personalidad.
El objetivo último es conseguir una identidad personal más satisfactoria, romper la asociación entre la conducta de alimentación y la expresión emocional, y proporcionar estrategias de afrontamiento adaptativas para no tener que recurrir a la ingesta excesiva o deficitaria ante los retos y problemas del día a día.
En nuestra consulta de psicología de Zaragoza le podemos orientar y ayudar a superar este tipo de problemas, valorando cada caso de forma individualizada y ofreciendo las estrategias necesarias para recuperar hábitos de alimentación saludables y creencias sobre el propio cuerpo más realistas.
Psicóloga General Sanitaria de orientación cognitivo conductual máster en psicología clínica y medicina conductual.